Cuanto menos cargados estemos más rápido será nuestro avance (liviandad). Para disolver los sólidos lo primero que se debía hacer era eliminar las cosas que nos mantienen firmes, en una forma estable, estas cosas son las tradiciones, la historia, la cultura, los derechos, las obligaciones, es decir, todo aquello que se considera irrelevante.
Esto dejó a la sociedad desprotegida ya que eliminó las relaciones sociales, de modo que caímos, de manera irresistible, en este nuevo mundo de comercio y materialismo.
Antes había una relación inseparable entre espacio y tiempo; el espacio que recorríamos en un tiempo determinado dependía de nuestro físico o nuestras habilidades. Cuando la distancia recorrida en una unidad de tiempo pasó a depender de la tecnología y de los medios de transporte artificiales, los límites de la velocidad de movimiento pudieron transgredirse. Los teléfonos celulares fueron un golpe fatal a la dependencia del espacio, la diferencia entre “cerca” y “lejos” ya no existe.
Sólo la velocidad de la luz era el límite y la modernidad hizo un esfuerzo imparable por alcanzarlo.
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